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Editorial

¿Qué decimos cuando decimos la palabra maestro?

Juan Carlos Rangel

 Celebrar una fecha como el Día del Maestro, no es celebrar una fecha más del calendario cívico; debe ser, desde el punto de vista ético, la muestra de gratitud más sincera de la sociedad que confía y pone en las manos del mentor, la tarea más noble y de mayor envergadura espiritual: formar, moldear, esculpir, dar un rostro –decían los nahuas–, a las generaciones venideras. 

Y la pregunta obligada, en el Día del Maestro, es: ¿Qué decimos cuando decimos la palabra maestro? Empecemos por señalar que esta palabra nos viene de la voz latina magíster, que significa ‘jefe, director’, y más concretamente “el que enseña” (V. Corominas). En tiempos de los romanos los hijos de los nobles eran educados por los esclavos (libertos) griegos, llamados magistri, a quienes se consideraba muy cultos. Por extensión podemos mencionar palabras que tienen la misma raíz (magis-más), como: magisterio, magisterial, magistral y magistralmente. Así, magisterio significa: “Enseñanza y gobierno que el maestro ejerce con sus discípulos”, y era, para los alquimistas, el elixir al que atribuían la propiedad de transformar los metales en oro y plata; el adjetivo magisterial: “perteneciente o relativo al magisterio”; el adjetivo magistral es lo “perteneciente o relativo al ejercicio del magisterio”, y el adverbio magistralmente indica: “Con maestría”.  Esto en lo que toca al aspecto etimológico.

Ya en materia, la palabra maestro tiene un total de veintiuna acepciones: desde el adjetivo que se usa en expresiones como “plan maestro” u “obra maestra”, hasta la definición de maestro como “Palo mayor de una embarcación”, en la jerga marina. También tenemos expresiones como: Maestro de armas, de ceremonias, de cocina, de espíritu, de hernias y roturas, de llagas, de canto, de hostal, de postas, de la nave, de capilla, y de un largo etcétera.

En el lenguaje de la música, el ‘maestro concertador’ es el que “enseña o repasa, comúnmente al piano, a cada uno de los cantantes la parte de música que les corresponde”; en el lenguaje litúrgico el ‘maestro de ceremonias’ es el que tiene el dominio por “ley, estatuto o costumbre, para dar culto a las cosas divinas, o reverencia y honor a las profanas”. El ‘maestro de hacha’ es el “constructor de embarcaciones”. Algunas de éstas nos pueden parecer fuera de nuestro contexto como ‘maestro aguañón’, que designa al “maestro constructor de obras hidráulicas”, o ‘maestro de hernias y roturas’, como se le llamaba en la antigüedad al cirujano.

Hay una acepción muy curiosa, la de ‘maestro de altas obras’, cuya sola mención nos parecería que se emplea para señalar las obras de relieve de una persona; pues no, en el campo de la milicia, el maestro de altas obras era ni más ni menos que el verdugo, quien ejecutaba en lo alto de la plaza (en el patíbulo) ciertos castigos o, incluso, la pena capital, para que estuviera a la vista de todos y sirviera de ejemplo a los posibles infractores.

Pero hemos llegado a donde queríamos llegar. Entre todas las voces y acepciones de la palabra maestro, la que más nos interesa es el sustantivo que nombra simplemente al maestro, al maestro de primera enseñanza, al maestro de escuela, al maestro de niños, a quien también puede llamársele maestrescuela. En esta exacta expresión está reunido todo el fenómeno educativo. Maestro y Escuela, son dos conceptos que no pueden desligarse uno del otro. No hay escuela sin maestros, y no hay, o no debería de haber, maestros sin escuela.

No debemos olvidar que, producto de la interacción entre el maestro y el alumno, es como se realiza el aprendizaje, sea crea y se transmite el conocimiento, se comparten experiencias, se plantean los problemas que nos aquejan y se vislumbran las posibilidades de solución. Y existe otro aspecto central. El que tiene que ver con la cultura. Cuando en la sociedad mexicana decimos maestro, nuestra mente vuela inmediatamente a la escuela del barrio o a la del pueblo, y vemos allí, las caras y los nombres de nuestros maestros; de ahí vienen, seguramente, algunos de nuestros recuerdos más gratos.

Recordando que podemos leer esto, por obra y gracia de nuestros maestros de las primeras letras, vamos a concluir con las palabras de José Vasconcelos, uno de los grandes maestros mexicanos:

 

En este día del maestro, que es una de las fiestas más puras del calendario oficial, dediquemos un recuerdo de afecto a todos los que, en cualquier época y cualquiera que sea su sangre y origen, hayan dejado una huella benéfica, una obra, un servicio, en este suelo desventurado. Levantaremos así el ánimo público a la contemplación de los valores auténticos, y haremos de la escuela un refugio ideal de la verdad y del bien.

 

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Última actualización: 25 de enero del 2007.